Blogia
el viento

Hugo Mujica

Hugo Mujica

La vida nos sobrepasa en posibilidades

Hugo Mújica (Buenos Aires, 1942) es una de las voces más destacadas de la poesía argentina de los últimos años. Su trabajo no se centra exclusivamente en la creación, sino que la palabra ocupa el centro de sus reflexiones ensayísticas. La palabra como creación y, a la vez, como espacio de reflexión. Su poética es una renuncia explícita de sí mismo para convertirse en expresión de la vida, estableciendo una escucha íntima y constante con el mundo:


Sólo una vez cae cada lluvia

y todas sus gotas son

esa lluvia».


Es precisamente esta ofrenda gratuita, este despojamiento, lo que convierte a Hugo Mújica es un escritor inclasificable, y ojalá sea así siempre. Su andadura durante unos años como artista plástico, su permanencia durante siete años en un monasterio trapense entregado al silencio, y su entrega a la creación poética, no hacen sino enriquecer la obra de este autor complejo en su simplicidad.

—Ningún libro mío es aislado de mi obra. Siempre trato de ir desnudando los mismos temas, reduciendo las tres o cuatro preguntas de la vida a lo esencial, para tratar de atraparlas en su desnudez, no en sus revestimientos. Quizás los dos o tres temas de este libro sean la insistencia en la alteridad, como lo otro fundativo de uno mismo, como la gratuidad fundativa de todos los actos. Parte de eso es la espera, la recepción, la pasividad... Todo aquello que implica que la vida está hecha sin la incidencia de uno sobre la vida y que, lo propio sea más recibir que hacer. En todo caso, en lo que se refiere a la creatividad, hay que dejar que las cosas se digan en uno y, de esa conmoción, sea uno el que diga las cosas.
Es una obra de continuación. Mi obra, en general, es de continuación. Yo diría de obsesión, no de ruptura. En todo caso puede haber evoluciones de índole formal, pero no creo que de contenido.»


Obsesiones poéticas

—Yo no diría poéticas, digamos que son las obsesiones de mi vida. En este caso, se expresan poéticamente, como en los ensayos, ensayísticamente; o en los cuentos, de otra manera. Son, simplemente, la incógnita o el asombro de estar vivo y sostenido. Desde no haber elegido estar, ni de elegir el partir. Encontrarme en medio de la existencia que recibí y que tengo que hacer propia. Eso, por suerte, no ha dejado de sorprenderme, ni de intrigarme. Quizás tampoco trate de contestar sino, a través de la literatura, mantener abierto ese asombro


Encuentro con la Poesía.

—Siempre estuve inserto en la creatividad, mi primera carrera fue Bellas Artes. Yo diría, que empecé a escribir cuando en mi persona se dio una transformación del hablar al escuchar. Mi comienzo a escribir poesía implicó empezar a escuchar que es el lenguaje el que habla. Incluso en el sentido físico. Estuve siete años como monje trapense con voto de silencio y fue, después de años de silencio, cuando empecé a escribir. Así que, más que una teoría, fue una experiencia inclusive geográfica.


Hombre de Filosofía, hombre de pensamiento.

—Más que de Filosofía, soy un hombre de pensamiento. La diferencia está en que no me interesan las ideas sino, me interesa la experiencia que el pensamiento tiene de la vida. Más que filosofar en el sentido de armar teorías o sistemas; soy más de reflexionar desde una cierta distancia sobre lo esencial que los acontecimientos tienen.


La poesía es existencia.

—La poesía va más por el relámpago que por el trueno. Va más por la intuición que por el pensamiento, que sería el comentario de lo intuitivo. Creo que el contacto con la poesía es un contacto tan existencial, que apenas caben palabras en la separación del contacto y uno. Quizás la filosofía sea el aspecto más vertical, tratando de desglosar aquello que intuitivamente se experimenta en la poesía.

 


Estética vs. Ética.

—Creo que siempre fue así, lo que pasa que hoy tenemos tal conflicto con lo ético que surge este planteamiento. En otras épocas existía la ética como presencia, no se le pedía tanto a otros lugares para que fuesen éticos. Entonces la estética era independiente porque de la ética se ocupaban otros. Hoy la poesía es uno de los pocos lugares que han quedado fuera del mercado y de toda manipulación. Así que ahora parece que a la poesía se le pide que sea testigo de otras ausencias. Pero creo que, en general, siempre fue más estético que ético; no divorciado de la ética, pero no era su planteamiento esencial. Los planteamientos reaparecen cuando carecemos de aquello que planteamos.


Peligro: poesía de alta tensión.

—La poesía no se debe poner de moda porque pasaría a ser de consumo, y la poesía requiere, desde un ámbito físico y psíquico, de tensión y de contemplación, de disponibilidad para su lectura, que no puede ser fácil. Es para leer casi a contra pelo de dónde va la vida ahora. Es como ver un cuadro de Barnett Newman; implica pararse por lo menos veinte minutos frente al cuadro, no pasar delante de un Newman y estar leyendo, con ansia, el autor del cuadro siguiente. El arte en sí requiere una actitud que no hay. Que la pintura ha pasado a ser mercado, que el éxito de una exposición sea la cantidad de cuadros y la cantidad de gente que la frecuenta, esa es la distorsión. Si la poesía pasa a ser moda, no tendría nada que ver con ser poesía, tendría que ver con que la gente compre libros de poesía.
La poesía debe tener un público pequeño. Eso no significa que este sea mejor que la señora que cocina en su casa, o que el jardinero, o que el que trabaja veinte horas para dar de comer a sus hijos. Lo que hay que cuidar es que lo elitista no se vuelva superior a otra cosa. Pero es verdad que hay cosas que están dirigidas a poca gente... Y está bien, teniendo en cuenta que este público no es mejor que nadie.


El lenguaje poético se aprende.

—El proceso poético no se puede aprender, la técnica sí. La poesía se plasma en un lenguaje, en un vocabulario, en una gramática, y de ahí para arriba, se está manejando una instrumentalidad. Se puede enseñar a manejar los instrumentos, pero el contenido lo tiene que poner la vida del poeta y el genio, el ángel o como tenga que llamarse, se tiene o no se tiene. Sin embargo, se puede tener todo esto, pero si no aprendo el idioma, no podré escribir en checoslovaco.


»Se escribe perdiéndose en la búsqueda sin llegar a lo que se busca».
—Bastantes poemas míos juegan con esta idea. Toda llegada es reflejo, pero no es llegada. La búsqueda, la pregunta, versa sobre la idea de que la vida es desplazamiento; gracias a ello se produce el sentido. Tal como está configurado nuestro cerebro, por lo menos en Occidente, lo que llamamos concepto de identidad es coincidir con algo, cuanto más se coincide con eso, más verdad es. Para mí no hay llegada. Hay un poema mío que termina diciendo: el horizonte que no sea llegada es el don final de la vida.

La vida nos sobrepasa en posibilidades, como la geografía nos sobrepasa en desplazamiento. De búsqueda en búsqueda se va tasando la vida. La vida no tiene llegadas. Las llegadas no son más que claudicaciones que uno va haciendo.

También juego con la experiencia de la fe y la esperanza. Nosotros sólo podemos esperar lo ya conocido. Mientras que la esperanza es la apuesta porque la novedad surja, porque ni siquiera sabemos lo que esperamos. Es novedad, no proyecto.


El sentido de la vida, entonces: ¿existir?

—El problema surgirá entonces en definir qué es existir. El sentido de la vida es desplegar la vida. Lo que cada uno recibe de la vida es ser nosotros mismos. Yo me recibí a mí como don de la vida. Como si la vida quisiera ser novedad a través mío. La vida es desplegar ese don, donándolo lo más posible.


Las palabras, fin y principio.

—Son la posiblidad de comunión que tenemos con el mundo, con el otro, hasta con uno mismo. Uno no podría saberse ni pensarse si no es a través de las palabras.



Los silencios, principio y fin
.

—Las palabras nacen del silencio. Una vez dichas, vuelve a estar el silencio. Todo es flujo y reflujo. El fundamento del ser es la expresividad, del silencio a las palabras y de éstas al silencio, no una cosa u otra.


»El silencio es la medida de mi poesía».

—Cuando yo leo poesía es el único momento donde yo puedo constatar al lector frente a mí. Mido la calidad que pareciera o no pareciera tener mi poesía a través del silencio, o los no silencios de la gente. El silencio que deja mi libro al terminar, parece que lo logro. Es como cuando termina un concierto y la gente tarda en aplaudir porque no se atreve a romper con esa magia que ha ocurrido. Ese instante es el aval de todo lo que ha pasado. El silencio que acontece después de la poesía, avala la calidad de ese poeta.


La verdad es fragmento.

—Todo es fragmento. Después de la muerte, quizás el único cambio de los griegos hasta ahora es que la realidad es fragmento. La continuidad es simplemente un armazón lógico para movilizarnos, y para poder de alguna forma abarcarnos. Pero cuando se testimonia la verdad, independiente de las necesidades, es fragmento, y la poesía tiene que expresar un fragmento. No hay totalidad, pero no es que sea carencia de totalidad, sino es como el relámpago, que es total en sí mismo. Como digo en un poema de este libro: «un tajo es siempre un tajo entero». El fragmento es expresión de una verdad, no es pedazo de otra cosa.

DE: Clepsidra

0 comentarios